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Una crisis evolutiva

Revista Viva - 27 de febrero de 2000

Características de la transición en la mediana edad.

A pesar de las diferencias individuales, esta etapa presenta algunos signos recurrentes:

  1. Aceptación del paso del tiempo. Si bien en un primer momento se vive como una herida al amor propio, poco a poco la idea de inmortalidad, deseable en la adolescencia porque actúa como el motor indispensable para salir al mundo, dejará paso a la aceptación de la madurez. Tomar conciencia de que ya no existe todo el tiempo por delante es el mejor motor para una vida saludable. Hay que vérselas con el espejo, que nos devuelve una imagen diferente de la esperada. Aprender a adecuar la sensación de potencia física e intelectual con las variaciones que registra el aspecto físico, valorizar nuestra nueva imagen como de alguien maduro y renunciar a la imagen idealizada de nuestra juventud. Muchas veces este proceso de ajuste se mide en términos de angustia o depresión.
  2. Actualización del ideal personal. La mediana edad es el tiempo en que se evalúa si logramos o no nuestras ilusiones y proyectos de juventud. Este cotejo, que es uno de los reguladores de la autoestima, sirve en algunos casos para reafirmarse en el camino y en otros, para activar un replanteo de vida, como por ejemplo nuevos intereses y desarrollos personales.
  3. Integración intergeneracional. A la manera de una bisagra entre los padres y los hijos, la potencia real de la mediana edad permite delegar en los jóvenes el tiempo de aprendizaje y ayudar a los mayores a transitar la vejez.
  4. Identidad. El recorrido de estos tres puntos va consolidando la identidad personal. El desafío evolutivo de esta etapa está dado tanto por la continuidad, seguir siendo uno mismo a través de la historia, como por la renovación de uno mismo, de acuerdo con el deseo y las posibilidades reales.