Primer Concurso Fundación Travesía 2009 para estudiantes de psicología
Un viaje por la mediana edad
por María Josefina Aguirre y Carolina Méndez
Introducción
Este trabajo científico se ocupa de la Mediana edad desde una perspectiva psicológica, se enmarca en la participación del Primer Concurso para estudiantes de psicología que organiza la Fundación Travesía (Psicoanálisis para la transición y crisis de la mediana edad).
Nos gustaría comentar que como estudiantes de distintas Universidades (Universidad de Buenos Aires y Universidad Católica Argentina) y por ello con distinta formación, encontramos en este trabajo una excelente oportunidad para intercambiar conocimiento y experiencias sobre el área, desde diferentes miradas, las cuales pretendemos dejar plasmadas en el mismo.
A los fines de la realización del presente administramos una serie de entrevistas semi-dirigidas a mujeres y a hombres, que se encuentren transitando la mediana edad, tomando como parámetro de ésta, personas que se encuentran entre los 40 y 55 años. Cabe aclarar que no es estrictamente la edad lo que determina el inicio de ese momento vital. Sin embargo, por cuestiones metodológicas, tomamos ese rango de edad como una aproximación con el fin de definir la muestra.
El posterior análisis del material, nos permitió observar, que en la mayor parte de los entrevistados surgió, espontáneamente, la idea, deseo o proyecto de realizar un viaje. Frente a esta peculiaridad, decidimos profundizar en el significado de esto para cada uno de ellos. Así fue como descubrimos una doble tendencia en esta idea: por un lado, un aspecto de búsqueda interior y de encuentro con uno mismo, por otro, el deseo más o menos conciente de huir o evitar contactarse con aspectos displacientes propios de la etapa.
A partir de esto, decidimos tomar como eje de este trabajo la idea de viaje, con sus dos vertientes, ya que nos parece que la forma en que el sujeto lo experimenta refleja el concepto de Mediana edad, con sus aspectos de crisis y transición, tal como teoriza el Dr Guillermo Montero.
Para ello, comenzaremos con una breve reseña del concepto recientemente mencionado, daremos algunas definiciones de viaje y, por medio de una selección del material clínico obtenido, mostraremos cómo diversas maneras de vivenciar o pensar un viaje expresan una modalidad particular de transitar la mediana edad.
Un viaje por la mediana edad
Cuando hablamos de mediana edad nos estamos refiriendo a un momento evolutivo en donde la persona se ve enfrentada con la transitoriedad de la vida, la finitud del tiempo, es decir, la aceptación de su propia muerte. Esto no implica un momento de confrontación en particular, sino más bien un periodo del ciclo vital. Cabe aclarar que no hay una estricta relación entre la edad cronológica (experiencia objetiva) y este momento de la vida, sino que además depende de la singularidad de cada historia vital (experiencia subjetiva).
En la mediana edad nos encontramos con el trauma de la propia muerte futura, tomamos éste, siguiendo la línea teórica de René Spitz, como el organizador psíquico adulto, teniendo en cuenta que este trauma nos acompaña a lo largo de toda la vida pero encuentra su máxima expresión en este período.
El indicador de este momento vital, es el propio cuerpo pulsional con sus señales inequívocas de envejecimiento que acarrea la idea de muerte, así es como estas motorizan todo un trabajo que tendrá que enfrentar el psiquismo. Se produce un desequilibrio narcisista con esta vivencia de desvalimiento, percepción del propio envejecimiento y una ocasional enfermedad ya que aceptar la transitoriedad del propio self implica una herida narcisista que conlleva vivencias de mucho dolor, abandono y desvalorización personal.
La mediana edad esta sumamente vinculada con los duelos de la adolescencia, ya que estos se reactualizan y reelaboran pero ahora desde otra perspectiva
cada psiquismo individual de acuerdo a la historia personal y sus propias series complementarias podrá promover el tipo de proceso de duelo y resignificación que esté a su alcance para resolver el tipo de trabajo psíquico activado mediante las diferentes modalidades defensivas que estén a su disposición.
(Montero, 2005)
Se pueden plantear tres disposiciones frente a lo perecedero, estas se ven definidas por la posesión o no, por parte del sujeto, de los recursos necesarios para la tramitación del trauma de la propia muerte futura el cual conlleva la posibilidad de promover los procesos de duelo y resignificación necesarios. A raíz de esto se pueden plantear tres modalidades diferentes de atravesamiento de la mediana edad. La primera está relacionada con una transición de este momento vital, y consiste en continuas elaboraciones y duelos actualizando retrospectivamente procesos pasados y presentes activados que promueven la instauración del organizador psíquico adulto como consecuencia de la elaboración (relativa) del trauma de la propia muerte futura. Esto permite la continuidad de la individuación del sujeto así como también una reorganización de su self y sus relaciones de objeto. En este caso se produce una integración de la personalidad y aceptación (relativa) de la finitud que favorece el desarrollo vital. Esta modalidad se caracteriza clínicamente por
una aceptación del odio y la destructividad, una calificación y profundización del sentido del presente, una tolerancia de la incertidumbre de vivir, una nueva integración de la historia individual, y el anclaje de la historia individual en la historia generacional.
(Montero, 2005)
La segunda modalidad implica una elaboración patológica de los procesos de duelo predominando la melancolía en la tramitación de la transitoriedad de la vida. Esta modalidad conlleva en la persona una actitud de desinterés frente a la misma, evidenciando nostalgia y tristeza junto con la incapacidad de investir proyectos nuevos e intereses vitales en una especie de dilación del tiempo, que traen aparejados modificaciones de la autoestima. En su libro: "Para comprender la Mediana Edad. Historias de vida." los autores Alicia Mirta Ciancio de Montero y Guillermo Julio Montero denominan a este estado como de "huida o escape al futuro" suscitándose una vejez prematura. La tercer modalidad tiene que ver con la aceleración como una forma de desmentida del fin de la vida en una especie de vuelta a lo contrario, tratando de recuperar el tiempo perdido, esto implica una elaboración patológica de los procesos de duelo, pero ahora, en una vertiente maníaca en donde se impide el cambio psíquico y la re-significación. En este caso también, se regula deficientemente la autoestima y se invisten proyectos relacionados a esa juventud perdida a recuperar. Esta segunda y tercera modalidad constituyen distintos aspectos de la crisis de la mediana edad en donde hay una dificultad en la continuidad de la individuación e imposibilidad de que se establezca el organizador psíquico adulto.
Es importante aclarar, que en este periodo vital se podrán detectar aspectos relacionados con la transición y otros con la crisis, pero en distintas proporciones de mezcla, es decir que estos coexisten en una misma persona pero el quantum definirá el predominio de uno sobre el otro, ya que entre ellos se mantiene una relación inversamente proporcional.
La tramitación del trauma de la propia muerte futura requiere, como venimos planteando, la activación de procesos de duelo y de resignificación los cuales traen aparejados distintos tipos de trabajo psíquico, que se interrelacionan, y se ponen en juego en el sujeto que se encuentra atravesando la mediana edad, por ende, estos van a ser agentes que pueden ayudar u obstaculizar el desarrollo saludable de este momento vital. Uno de ellos tiene que ver con la transformación del narcisismo suscitada por la herida que provoca la percepción del propio envejecimiento. Esto se produce gracias al proceso de internalización transmutadora que se encuentra del lado de la transición de la mediana edad, dejando del polo de la crisis a la imposibilidad o dificultad de transformación por ende tampoco se produce la reorganización del self, siendo esto último característico de un saludable pasaje por la mediana edad.
Otro de los agentes que se pone en juego es la actualización de los ideales del yo, esto implica una revisión de los ideales simbólicos y la posibilidad de cotejarlos con lo que realmente se ha podido alcanzar, pudiendo tolerar lo que ha de resignarse, y por lo tanto, aceptando el devenir. Notamos que la incapacidad de promover esta aceptación se produce por la predominancia de los aspectos del yo-ideal que experimentan como una amenaza a su integridad todo indicador de lo perecedero del orden vital. La reactivación de la conflictiva pre-edípica y edípica también juega un papel importante ya que en este periodo de la vida las pérdidas reales o amenaza de ellas despiertan ansiedades de distintos tipos así como también se pone en juego la re-emergencia de fantasías parricidas e incestuosas. Otro de los agentes es el interjuego de revisión y elaboración de las identificaciones primarias y secundarias junto con la desidentificación de las mismas llevando a una reconsideración del propio discurso.
En lo que al viaje refiere, formalmente podríamos conceptualizarlo como el desplazamiento de una persona fuera de su entorno habitual, con al menos una pernoctación. Un traslado de un lugar a otro, generalmente distante, que se hace por aire, mar o tierra. Viajar es desplazarse siguiendo una ruta o una trayectoria, no importando su velocidad.
En búsqueda de una mirada más subjetiva acerca del tema, investigamos en la literatura y en la filosofía encontrando frases o refranes que expresan de un modo más profundo y experiencial la idea de viajar. Pudimos apreciar que ellas expresan las mismas posturas frente al viajar que observamos en las menciones de nuestros entrevistados.
Para ejemplificar esto tomaremos la frase del diplomático, dramaturgo, y poeta francés Paul Morand (1888- 1976) quien afirma:
Un viaje es una nueva vida, con un nacimiento, un crecimiento y una muerte que nos es ofrecida en el interior de la otra. Aprovechémoslo.
Esta frase expresa, la idea del viaje desde una perspectiva enriquecedora, tal como sugiere la indicación de aprovecharlo. Aquí no importa el destino, la duración o el medio en el cual se realiza el viaje, sino el viajante y sus vivencias en el transcurso. Podría decirse que para este autor, viajar es una experiencia análoga al vivir, en donde el viajero experimenta el surgimiento de algo nuevo, que cambia, se despliega y reelabora. Así, aquel que viaja, se aventura al conocimiento de un mundo interior, sometiéndose a un ejercicio de desarrollo personal, y con la disposición a contactarse con diferentes aspectos de sí mismo.
Este fue el caso de una de nuestras entrevistadas a la cual llamaremos L. de cuarenta y tres años, quien recuerda que uno de los momentos de mayor satisfacción en su vida, fue cuando realizó un viaje a Europa. Nos cuenta que allí se conectó consigo misma, que visitó parientes y amigos que hacía mucho tiempo que no veía, y destaca especialmente el reencuentro con una pareja que conoció hace casi veinte años, el cual fue de gran riqueza para ella ya que le permitió confrontarse con aspectos de sí que creía haber olvidado, así es como pudo vincularse con ellos desde otro lugar. En relación a este viaje ella afirma: "Y viste cuando decís las riquezas de la vida ¿no? Que existan los amigos, que exista esta gente, que están ¿no? Después la parte familiar también. Uno decís: ¡Ah! Ahora entiendo porque en mi familia son como son, con la comida, viene de acá...o ciertos tipos de tu familia que decís: ¡ah son ellos! O cuando por ejemplo ví una mujer en el colectivo y pensé: ¡esta es igual a la tía! (...) Fue muy emocional. Y estar sola, gracias a Dios no me paso nada, me arreglé bien, me salió la cosa mejor de lo que había planeado Gasté menos plata de lo que había pensado, conocí más lugares de los que había pensado.¡¿Viste cuando te sale redondo?!"
Podemos pensar que esta experiencia se constituye como un espacio de revisión de su presente y su pasado, esto promovido por encuentros reales con familiares y amigos, así como también por la revisión de su historia y grupo familiar a partir del encuentro con su cultura de origen.
Pensamos a este viaje como una experiencia en donde predominan aspectos de transición en la mediana edad por varias cuestiones. En primer lugar, podemos ver que L. se reencuentra con figuras y lugares de su pasado realizando una resignificación de los mismos, hoy desde una perspectiva adulta, lo que permite una reorganización de su self que dota de sentido al presente, y que se evidencia por medio de una sensación de satisfacción que parece tener efectos positivos sobre su autoestima.
En segundo lugar destacamos, también, que es expresión de estos aspectos de transición el haber tenido la capacidad de afrontar las incertidumbres inherentes a este viaje en relación al dinero y al plan de viaje, relacionando esto con la posibilidad de tolerancia a lo incierto propio de la elaboración de ciertos procesos en relación al trauma de la propia muerte futura.
Finalmente pudimos pesquisar en L. una disposición a revisar no solo cuestiones de su historia personal, sino también de su historia familiar generacional otorgándole a la misma un nuevo sentido.
Tal como enunciamos en la introducción un viaje puede ser considerado desde innumerables perspectivas de acuerdo a cada subjetividad. Sin embargo, a efectos de este trabajo, nos remitiremos a destacar aquello diametralmente opuesto en cada vivencia, ya que esto nos permite expresar bien la analogía entre los binomios crisis-transición y huida- elaboración. Así tomaremos la siguiente frase de Miguel de Unamuno (1864-1936), filósofo y escritor español, cuyas apreciaciones nos parecen de gran valor dado que dedica gran parte de su obra al tema de los viajes, y elabora a lo largo de su producción literaria una teoría acerca de la experiencia viajera.
Y hay quien viaja, lo he dicho antes de ahora, por topofobia, para huir de cada lugar, no buscando a aquel que va, sino escapándose de aquel de donde parte.
Esta frase sintetiza la idea del viaje como escape, en donde el foco en el viajar como una estrategia de evitación.
Desde esta perspectiva, el viaje, ya sea concretado o no, se convierte en lo que llamamos una huida a la fantasía, en donde el cambio de entorno responde a una necesidad o impulso de encontrar un espacio fuera de la vida cotidiana, en el cual, las condiciones o leyes de la vida real parecen difuminarse.
Para ejemplificar, tomaremos el caso de una de nuestras entrevistadas, a quien llamaremos M., una mujer que ingresa a la mediana edad con sentimientos de hastío en muchas dimensiones de su vida. Ella comienza relatando su infancia y adolescencia con la frase: "Gracias a Dios sobreviví a mis padres." Y nos cuenta que vivió sometida a los deseos de sus padres, y que siempre tuvo que luchar por su independencia.
Refiere que uno de los mayores placeres en su vida es el viajar a Italia, país que visitó en cinco diferentes oportunidades y confiesa que cada vez necesita viajar con mayor frecuencia. También nos cuenta que su primer viaje fue el "detonante" de su divorcio: "...Un día de los tantos mi tía P. me decía: ¿Cuando venís, cuando venís? Le dije: quiero ir. Ahí mi ex marido empezó: ¿Y si esperas y vamos juntos? Y le dije no, este viaje es mío. Porque es a mi lugar, a mis raíces, a mi historia .Yo lo que quería era levantarme y decidir qué tengo ganas de hacer, sin que nadie me organizase el día, la vida, el itinerario como siempre fue C. ¡Como hacía antes de casarme! Yo en Italia me siento así, allá nada importa".
Vemos como para M. las primeras figuras de autoridad continúan ejerciendo un influjo avasallante esto acompañado de la sensación de agobio y falta de autonomía dejando en evidencia de una falta de elaboración en relación a las identificaciones con los vínculos primarios de amor.
Así aparecen los viajes en la vida de M., como aquel espacio casi mágico en donde estas figuras autoritarias pierden su tiranía, y en donde la sensación de pesadumbre que M. siente frente a las tareas y obligaciones de su vida cotidiana, momentáneamente se ven atenuadas.
De alguna forma, M. se sustrae momentáneamente de su realidad. Podríamos decir que este modelo de viaje entonces se asemeja bastante a la tercera modalidad de atravesamiento por la mediana edad, en tanto que la elaboración patológica de los duelos pasados, redunda en dificultades para una reorganización de su self y por lo tanto de una reelaboración de sus vínculos objetales. Así M. se aventura a la recuperación de proyectos de su juventud, como este tipo de viaje, siendo ésta una forma (maníaca) de desmentir la inminencia del fin de la vida en estos viajes que no contemplan el transcurso del tiempo.
En esta misma línea, encontramos también aquellos casos, en donde el deseo o motivo de realizar un viaje aparece como un desplazamiento de situaciones traumáticas no resueltas. Ejemplificaremos esta idea con la viñeta clínica de J. de cuarenta y siete años, quien afirma que su gran anhelo, llegado este momento de su vida, es el de realizar un viaje. Al indagar acerca de las razones de este deseo ella, manifiesta: "...me gustaría viajar a Italia porque para mi, ahí está la historia, porque a mi me encanta la historia!, me gustaría ir al coliseo y tocar donde hubo tanta historia como la capilla Sixtina. ... si la historia, si me encantaría ir a Italia, o a la Torre Eiffel, me encantaría ver porque tiene tanta historia esas cosas. Por ejemplo Estados Unidos no se si me gustaría porque no guarda nada de historia, sí, tiene su historia obvio, pero Europa es mucho más".
Llegando al final de la entrevista, indagamos acerca de su infancia, ya que en ningún momento había hecho referencia a ello. Ante nuestra pregunta, tanto la fluidez, como el tono del discurso de la entrevistada cambiaron llamativamente, y así nos responde: "...de cuando era chica no les puedo contar mucho, porque mi hermana y yo vivíamos en un patronato, mi vieja nos había abandonado, que se yo, no se como es el asunto, porque nunca nadie me explicó bien como era la cosa, así que las dos vivimos ahí, y después cuando tenía nueve años, vino una señora y me dijeron que tenía que ir con ella a vivir y viví con ella hasta los 18 que conocí a mi novio, al papá de los chicos y después me casé con el papá de los chicos, y ya está".
Observamos un predominio de mecanismos negadores y omnipotentes, que operan al servicio de una desmentida de la necesidad de conocimiento de la propia historia individual, y por lo tanto protegen al yo de la aparición de sentimientos dolorosos relacionados con el abandono. En lugar de esto, surge como un intento sublimatorio, el deseo intenso de conocer "lugares con historia", es decir, el deseo de conocer la historia universal en vez de, la historia personal. Podríamos decir el estilo y la rigidez de los mecanismos de defensa utilizados a predominio por J. obstaculizan el desarrollo vital, en tanto que se oponen a los procesos de duelo y elaboración normal necesarios para la integración del trauma de la propia muerte futura, fenómeno que permiten el paso de la mediana edad como una transición. Observamos que en este caso si bien el viaje no es una forma de huida, el mismo nos muestra ciertas actitudes de J. que nos hacen pensar en la preponderancia de aspectos de crisis en la mediana edad, como esta imposibilidad de revisar su pasado, hacer un anclaje de su historia y su presente con la historia familiar que le toco vivir, así como un dificultad para revisar las identificaciones objetales primarias y un fallido enfrentamiento a angustias despertadas por esta historia familiar no tramitada. El no haber podido elaborar ciertas cuestiones en otros momentos del desarrollo vital retornan en este periodo con la posibilidad de trabajarlos o, como notamos es el caso de J. seguir enfrentándolos de la misma manera, produciendo una cohesión fallida del self y una imposibilidad de establecer el organizador psíquico adulto.
Conclusión
Esperamos haber cumplido con el objetivo de nuestro trabajo: mostrar como a través del recorte de un tema puntual como ser la vivencia subjetiva de un viaje se pone en evidencia una manera singular de atravesar la mediana edad que puede ser comprendida desde el modelo teórico propuesto por la Fundación Travesía.
Para concluir nos gustaría remarcar la importancia clínica de pensar tal como plantea Guillermo Montero en su libro La Travesía por la Mitad de la Vida: Exégesis Psicoanalítica (2005)
esta dolorosa (necesidad de) tramitación del trauma por la propia muerte futura [en la mediana edad] es tanto fuente de conflicto y psicopatología como un poderoso estímulo para el desarrollo psíquico..."
Bibliografía:
- Montero, Guillermo Julio: La travesía por la mitad de la Vida: Exégesis psicoanalítica, Rosario, Editorial Homo Sapiens, 2005.
- Ciancio de Montero, Alicia Mirta y Montero, Guillermo Julio: Para comprender la mediana edad: Historia de la vida, Buenos Aires, Editorial Entrevía, 2008.
- Unamuno, Miguel: Obras Completas, introducciones, bibliografías y notas de Manuel García Blanco, Madrid, Editorial Escelicer.
- http://www.proverbia.net/citasautor.asp?autor=6873